Terapia Infancia y Adolescencia

Los niños son genuinos y espontáneos por naturaleza. Expresan cómo se sienten actuando sus emociones y sus deseos, experimentando claramente qué sienten: tristeza, alegría, rabia, miedo, sorpresa. Buscando calmar o potenciar sus sensaciones a través de sus conductas.

A las personas nos lleva toda una vida comprender nuestras emociones, sensaciones y pensamientos, así como mejorar la habilidad para manejarlas. Los niños y los adolescentes disponen de más tiempo para lograrlo, de manera que necesitarán que sus figuras principales (padre, madre o tutor) los acompañen en esa gran aventura. Los niños pueden expresar su sufrimiento o malestar haciendo “ruido”: revelarse y no acatar normas, explosiones de ira, pegar, insultar. O bien retrayéndose y aislándose del entorno: mutismo selectivo, dormir muchas horas, no relacionarse con niños de su edad, gesto de tristeza que cuesta cambiar.

Los adolescentes cuentan con mayor habilidad para ponerle palabras a sus emociones y al mismo tiempo se encuentran en un momento vital de muchos cambios y de transformaciones neurológicas y hormonales que afectan a su desarrollo y su comportamiento. A pesar de poder expresar mejor con palabras qué necesitan o qué les pasa, pueden mostrar importantes dificultades en su capacidad para pensar antes de actuar, y mostrar una impulsividad mayor que en la edad adulta. La adolescencia es la etapa vital de mayor plasticidad cerebral, ya que se trata de un periodo de tiempo de mayor sensibilidad al ambiente y de un momento clave para beneficiarse del impacto que la terapia puede ofrecer en la forma en la que el joven se ve a sí mismo y se relaciona con los demás.

Ya sea en la infancia o adolescencia, es importante que la terapia no sea vivida como una imposición u obligación, ni como un señalamiento a que ellos tienen o son la causa y/o los responsables del sufrimiento o malestar familiar. La terapia tiene que proporcionar un espacio de seguridad, en el que expresar sus emociones, aprender a gestionar su comportamiento y desarrollar habilidades para afrontar situaciones difíciles. Para ello, será muy importante contar con la ayuda de la familia y que puedan participar del proceso terapéutico en mayor o menor medida.